Consorcio Provincial de Turismo de León
UN VIAJE ENTRE VIÑEDOS, CASTILLOS Y MONASTERIOS
El viaje que emprendemos propone una experiencia única. Un trayecto pausado en el que historia, enología y épica se funden rememorando un sueño de leyenda, una experiencia para los sentidos.
La elaboración del vino en la provincia de León data de tiempos muy antiguos, cuando los monjes y los caballeros medievales dominaban estas tierras. Las dos grandes zonas de producción vinícola: el Bierzo y el sur de la provincia, regalan a la vista parajes de extraordinaria belleza, donde se entremezcla la portentosa estampa de la vid con un patrimonio histórico artístico de gran valor.
Los monasterios y los castillos fueron los grandes centros de poder en la Edad Media, en ellos, la producción del vino alcanzó un prestigio inigualable durante siglos, una experiencia que se ha visto recompensada en la elaboración de los excelentes caldos que en la actualidad amparan las dos Denominaciones de Origen, Bierzo y León.
Caminar entre viñedos, contemplar los excelsos vestigios de un pasado dedicado a la preparación de los vinos, y disfrutar con el inmenso patrimonio de estas tierras, provoca en el visitante una sensación inigualable. Sensación que se acrecienta con la gran variedad de productos con los que deleitarse en las buenas mesas, de esmerada elaboración y cuidados ingredientes, de esta zona de la provincia.
El enoturismo ofrece en León un marco incomparable para conocer los lugares donde se forjó una historia apasionante.
Durante la Edad Media las órdenes de caballería jugaron un papel fundamental en la reconquista, apoyando y consolidando los avances hacia el sur de los reinos cristianos.
En 1113 el Reino de León contaba ya con la importante presencia de la Orden de San Juan, y poco tiempo después, con la de la Orden del Temple, que se instaló en los territorios del Reino con el monarca Alfonso VII de León.
La Orden de San Juan contó con relevantes asentamientos en el Reino, como Puente de Órbigo, San Bartolomé del Cueto y San Martín de Montes.Por su parte, la Orden del Temple encontró en Ponferrada su principal bastión, junto a Corullón o Rabanal del Camino, donde aún se conservan los edificios templarios.
Sin embargo, la orden más importante e influyente del Reino de León fue la de Santiago, que jugó, no sólo un papel capital en la Reconquista contra los musulmanes, sino también en las luchas con Portugal y en la custodia, guarda y protección de los peregrinos a Santiago. La Orden de los Caballeros de Santiago estuvo formada por clérigos, caballeros y laicos unidos por los votos de obediencia y pobreza y su principal bastión se encontraba en la capital leonesa, en el actual Hostal Parador de San Marcos.
La dilatada historia del Reino de León, sus extensos territorios y su destacado papel en la conformación de los reinos peninsulares, confirió a estas tierras el ser cuna de algunas de las más sobresalientes y linajudas familias nobiliarias, como las Casas de Luna y de los Guzmanes. Ostentando condados o marquesados,todas ellas dirigieron con mano férrea amplias zonas del reino durante siglos, y desde sus castillos y palacios impartieron justicia y dirigieron los designios de las gentes de la zona. Su legado, conservado a través de los tiempos, se encuentra repartido por las comarcas leonesas como testigo impasible de un poder ya pasado.
La presencia de importantes cenobios en la provincia leonesa tuvo lugar, de manera incipiente, en el siglo VI en El Bierzo. La presencia de San Fructuoso y la entrega a la vida eremítica culminó con la construcción de los monasterios de Compludo, San Pedro de Montes y Santiago de Peñalba.
Sin embargo, fue a partir del siglo X cuando el poder eclesiástico comenzó su expansión, con la Orden de Cluny como principal baluarte.
Durante el reinado de Alfonso VI, tres monasterios leoneses se convirtieron en prioratos cluniacenses: Sahagún y San Pedro de Montes fueron los principales centros religiosos, junto al monasterio de Santa María de Cluniaco en Villafranca del Bierzo.
Por su parte, la Orden del Císter se establece en León en la segunda mitad del siglo XII, con los monasterios de San Esteban de Nogales, Santa María de Gradefes, Sandoval y Santa María de Carrizo como las más destacadas comunidades en el Reino. En el siglo XIII se unió al
Císter, Santa María de Carracedo, cabecera de una red de monasterios entre los que se encontraba San Miguel de las Dueñas.
Todos los enclaves monásticos desarrollaron su labor cultural por medio de sus iglesias, escritorios y bibliotecas, además de una eficaz política agrícola, a lo largo de los siglos, hasta que la desamortización, de principios del siglo XIX, acabó con la dilatada historia de algunos de ellos y el consiguiente abandono de los edificios por parte de las diferentes órdenes monásticas.
Estos antiguos centros de poder espiritual y cultural aun conservan sus portentosas edificaciones a lo largo y ancho de las comarcas leonesas del sur, siendo algunos de ellos visitables.
La elaboración del vino se introdujo en Italia en el año 200 A.C. y desde ese punto irradiaría a todos los confines del Imperio Romano. En Hispania, las citas de Plinio el Viejo y Estrabón ya se referían a la existencia de viñedos en Bergidum, en la actual comarca del Bierzo.
Sin embargo, la Edad Media fue el auténtico periodo de esplendor del viñedo y, por ende, de la elaboración de los caldos derivados de la uva. No en vano, los cultivos de la vid eran propiedad de la iglesia y de los reyes, y estaban vinculados al desarrollo económico de los monasterios medievales y los castillos.
Además, el vino, al ser un elemento esencial para el culto, se convirtió en un producto de obligada presencia en los monasterios. En este periodo comenzaron a utilizarse las barricas de madera para almacenar los caldos, que eran custodiadas en los sótanos, convirtiéndose así en un precedente de las primeras bodegas de la provincia.
Durante más de diez siglos, la elaboración de vino en el Bierzo, sobre todo en los monasterios cistercienses, puso de relieve la importancia que siempre tuvo en la vida económica de la comarca. Las peregrinaciones por la ruta jacobea no hicieron más que acrecentar la merecida fama de los caldos bercianos.
La otra gran zona vinícola de la provincia, ubicada al sur de León, se desarrolló en un cruce de caminos, una encrucijada jacobea por donde transcurren, aún hoy en día, la Ruta de la Plata y el Camino de Santiago.
A partir del siglo X, el motor económico de estas tierras se centró en el cultivo de cereales y viñedos. Los monasterios y castillos controlaban la producción de vino al ser los propietarios de los terrenos e hicieron posible que la vid adquiriera la categoría de cultivo tradicional de las comarcas durante siglos.
La calidad de los vinos del Bierzo se vio plenamente reconocida en 1989, cuando el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación concedió la Denominación de Origen a los vinos del Bierzo.
El 27 de julio de 2007 se reconoció la Denominación de Origen León y se aprobó su reglamento.